Pasaron nueve días del referéndum sobre la permanencia o la salida de Gran
Bretaña de la Unión Europea y en decenas de ciudades de aquel país se han
producido manifestaciones pidiendo la permanencia bajo el lema “¡Somos el
48%!”. Las manifestaciones eran encabezadas por jóvenes de manera mayoritaria.
Sabemos que el 70% de los jóvenes estaban a favor de la permanencia, y se
ha dado la paradoja de que los mayores han hipotecado su futuro decantándose
por la salida.
Estas manifestaciones también sirvieron para denunciar el escandaloso
cúmulo de mentiras que fueron utilizadas durante la campaña tanto por Nigel
Farage, líder del UKIP, como por Boris Johnson, miembro del partido
conservador, el mismo que el del primer ministro Cameron, que abocó de manera
demagógica a su país a un referéndum hecho a toda prisa para salvar su propio
“pellejo”.
Farage utilizó de manera prolija el argumento de que salirse de la UE
suponía poder dedicar trescientos cincuenta millones de liras a la educación y
la sanidad y a solo seis horas de saberse el resultado dijo que era un
argumento falso.
Igual de falso que éste se reconoció el de que salir de la Unión Europea
supondría parar la llegada de emigrantes. Un argumento que ha destapado la
xenofobia en no pocos ciudadanos. Y oír a una ecuatoriana en televisión decir
que votaría la salida porque llegaban demasiados emigrantes y a un ciudadano
español manifestarse en el mismo sentido no solo chirría, sino que produce
verdadero vértigo.
Farage y Johnson
mintieron, pero no les pasará absolutamente nada. Los que creyeron sus
argumentos pagarán las consecuencias de la salida. En definitiva también se
pone sobre la mesa lo que supone votar sin medir las consecuencias de lo que
votamos, legítimamente, desde luego, pero lamentable cuando se vislumbra la
ausencia de una marcha atrás.
Escrito para LA VOZ DE CASTELLDEFELS