Sí, como os podéis imaginar, hablamos de Grecia. La buena voluntad
de Syriza y su líder, Alexis Tsipras, no ha sido suficiente para cumplir las
promesas electorales hechas al calor del deseo, pero lejanas a la realidad.
Sin querer hacer ningún paralelismo, porque nada hay en común con
las dos situaciones, Mariano Rajoy prometió acabar con el paro (recuerden la
foto a la puerta de la oficina del INEM), reducir los impuestos, no subir el
IVA, proteger la sanidad y la escuela pública, etc y la mayoría de los
españoles confió en esas promesas electorales que se han visto totalmente
defraudadas con el paso del tiempo.
El primer ministro griego, consciente de la situación de su país,
hizo promesas basadas en el anhelo de un pueblo maltratado, pero muy lejanas a
la realidad. Confundir el deseo con la realidad no es buena práctica en
política.
Hacer una quita sobre la deuda griega nos hubiera parecido una
medida acertada, pero evidentemente con el compromiso de llevar a cabo una
serie de medidas que situaran al país heleno en la órbita de los europeos que
conformamos la unión. Dicho así parece un cometido fácil, como fácil ha
parecido recordar que Grecia y otros países, entre ellos el nuestro, perdonó la
deuda a Alemania, una vez acabada la segunda guerra mundial, para permitir su
recuperación. Perdonar o condonar parte de la deuda hubiera estado bien. Pedir
a Grecia que eleve las exigencias impositivas también está bien. Pedirle al
pueblo griego que se ponga el día después de lustros de despropósitos en un
santiamén parece y es imposible.
Las promesas de Tsipras no se han incumplido, pero las exigencias
sobrepasan lo que el pueblo griego puede hacer.
Escrito para LA VOZ DE CASTELLDEFELS