La crisis se lleva por delante muchas cosas, una de ellas el respeto a
los sindicatos. Veamos las palabras de la señora Aguirre en noviembre pasado:
"Lo que está claro es que para salir de la crisis hay que trabajar, que
esforzarse". "Se acabaron los chollos y las mamandurrias", le
dijo a los sindicatos, recordando que "mamandurria" es un
"salario que se gana sin merecerlo, sin habérselo ganado", dijo,
recordando a los liberados sindicales.
Estas palabras de la Presidenta de
la comunidad de Madrid tuvieron mucho eco en su momento, lo peor es que algunos
trabajadores comulgan con ellas. Y los trabajadores que así opinan deberían ser
conscientes de que si los sindicatos pierden fuerza se retrocede en el modelo
de bienestar social.
Sin organizaciones fuertes es
imposible que las reivindicaciones lleguen a buen puerto, pero en este asunto,
como en otros muchos, empieza a imperar la creencia de que los delegados
sindicales son una pandilla de vividores que cobra sueldo sin trabajar.
Somos un país de baja afiliación tanto a los partidos
como a los sindicatos y solo recurrimos a los segundos cuando nos vemos con el
agua al cuello. Así que es fácil menospreciar su labor y atacar a los
representantes de los trabajadores porque dentro del panorama laboral son una
minoría.
En esa misma onda ha estado la
nueva reforma laboral. Las organizaciones de los trabajadores han sido llamadas
a posteiori y se les pretende dar consuelo diciéndo que en el trámite
parlamentario se les escuchará. Sabe el gobierno que cuenta con una ventaja: en
época de crisis hay miedo a hacer huelga y a manifestarse, por lo que la fuerza
quedará sumamente reducida, así que ningunear a los sindicatos apenas va a
tener coste para nuestros gobernantes y si no, al tiempo.
Escrito para La voz de Castelldefels