jueves, 13 de mayo de 2010

miércoles, 12 de mayo de 2010

Medidas del gobierno: La propuesta de bajar el 5% el sueldo de los funcionarios



Vaya por delante que soy funcionaria y, vaya también por delante que sé de antemano lo impopular de lo que voy a decir.
Con la crisis, cientos y cientos de empleados (no públicos) han visto rebajados sus salarios, primas, compensaciones por viajes de empresa, etc. Así que si a los funcionarios les bajan el sueldo, entrarán en el paquete de la mayoría de empleados del país.
Proponer medidas de contención del gasto es muy difícil ¿Se bajan las pensiones? ¿Se deja de pagar el desempleo? ¿De dónde se saca el dinero para que el país no acabe en ruina? De acuerdo, el sueldo de los funcionarios no lo arregla todo, pero somos un número bien elevado y es por esa razón que se tira de ello como parte de la solución al problema.
Ahora bien, pídase a todos los consejos de administración de las empresas, directivos y gerentes incluidos, que hagan lo propio y con el ahorro se dediquen a generar riqueza y empleo. Lo malo es que el Gobierno no puede entrar en ese campo porque no está en sus manos ¿O se puede legislar para que ello sea posible? Si se pudiera, hagámoslo.

domingo, 9 de mayo de 2010

Librosfera: Usos alternativos para el ipad (2)

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Librosfera: Usos alternativos para el ipad (1)

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LOS INCREÍBLES CRÍMENES DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


Hace un par de semanas tuve la oportunidad de ver la película Katyn, de Andrzej Wajda, que recomiendo a todos aquellos que aspiren a no repetir los horrores de la guerra y que trabajan por la paz. Por este motivo, y otros muchos, me ha resultado gratificante el desfile de tropas francesas, de los EE.UU., Polonia y Gran Bretaña en la Plaza Roja de Moscú, ante la atenta mirada de los mandatarios rusos, alemanes y chinos, entre otros. ¿Es esto un signo de un nuevo orden mundial? Lo desconozco, pero esperemos que el hecho sea un dique de contención contra la barbarie.
El mismo día del desfile, la Vicepresidenta del Gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega, rendía homenaje a los muertos en el campo de concentración de Manthausen, siete mil españoles entre ellos, que fueron víctimas del mismo despropósito: los increíbles crímenes de la segunda guerra mundial.

miércoles, 5 de mayo de 2010

UN PAÍS DE PANDERETA


Hoy, día 5 de mayo, el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y el líder de la oposición, Mariano Rajoy,  se ha reunido en el Palacio de la Moncloa. Cierto es que han llegado a algunos acuerdos, pero las declaraciones previas y posteriores no parecen asegurar que haya entendimiento.
Aquí, donde la crisis sacude con ganas, no hay manera de que ambos líderes aparezcan juntos para fumar la pipa de la paz en las necesidades básicas.
Ayer, día 4, varios medios de comunicación internacionales vaticinaban para España el mismo descalabro que Grecia. Una noticia falsa y con intenciones claras de arremeter contra el euro utilizando nuestro país como excusa. Veamos qué hizo cada uno de ellos.
Zapatero, ayer en Bruselas, calificó de "absoluta locura" y "despropósito descomunal" el rumor de que España baraja la posibilidad de pedir una ayuda de 280.000 millones de euros a la Unión Europea para evitar la quiebra.
Rajoy, ayer, en Puertollano declara: "Grecia no decidió en su momento y luego decidieron por él y yo no quiero que nadie decida por mi país, sino el Gobierno de España y las Cortes Generales, y eso es lo que tiene que hacer Zapatero".
Digamos que esto no se parece en nada a los países con cordura, léase Alemania, que a pesar de su escandaloso retraso en tomar el acuerdo respecto a Grecia, aparece unida en el Reichstag demostrando así lo que se entiende andar con cordura por la difícil situación que padecemos.
Rajoy, en cambio, sale de la Moncloa, acude a su sede de partido y pide elecciones anticipadas. ¡Ole, que diría un castizo!
El tiempo dirá quién tiene razón, pero por de pronto, esta misma mañana, la Comisión Europea ha mejorado las previsiones para la economía española, aunque calcula que no saldrá de la recesión hasta el segundo trimestre del año -en el que ya estamos-. Así lo aseguró Zapatero en su comparecencia en Bruselas. Insistió en que la recesión parece superada y ya se registran datos positivos en el PIB de estos últimos meses, pero claro, son palabras de Zapatero que parecen no tener mucha credibilidad entre los especuladores de la bolsa. Así nos va.

sábado, 1 de mayo de 2010

Farenheit 451. Artículo de Gemma Lienas en "El País"


 Tenía 15 años cuando se estrenó la película de Truffaut Fahrenheit 451, y no fue hasta después de haberla visto cuando leí la novela de Ray Bradbury. Casi medio siglo más tarde, todavía soy capaz de recordar la escena de la biblioteca, esa en la que los bomberos, Montag y su cuadrilla, irrumpen en una impresionante estancia particular para quemar, con sus lanzallamas, todos los volúmenes. Y, con mayor nitidez todavía, recuerdo las emociones que me provocó. La primera, a la vista de aquellas paredes empapeladas de libros, fue una sana envidia; entonces decidí que, de mayor, tendría una biblioteca lo más parecida posible a aquella. La segunda, terror e incredulidad, cuando los hombres la destruyen. Salí del cine resuelta a convertirme yo también en una mujer-libro si algún día el mundo que Bradbury predecía llegaba a hacerse realidad.

Lo cierto es que desde entonces siempre he sabido qué libro memorizaría para poder recitarlo incansablemente en un claustro medieval y guardar así memoria de las letras. El título elegido ha ido cambiando a lo largo de los años, según se han ido modificando mis gustos de lectora y según he ido descubriendo nuevos horizontes. Hubo años, por ejemplo, en que pensé que memorizaría todos los cuentos de Cortázar; ahora, en cambio, reservaría ese privilegio a una autora, por ejemplo, a Margaret Atwood, a Joyce Carol Oates o a Jane Austen, porque, precisamente por ser mujeres, correrían el riesgo de quedar borradas del mapa, como les sucede a la mayoría en libros de texto, enciclopedias y premios institucionales. Pero la verdad es que siempre pensé en ello como en un juego.
El 23 de abril pasado coincidí con un político catalán en una fiesta literaria. Y, de pronto, en plena conversación acerca del futuro de la literatura, los libros y, sobre todo, los derechos de autor, tuve la sensación de estar en una recreación de la escena de la biblioteca. "Olvídate de todo eso", me decía, "los textos escritos están condenados a desaparecer y quienes escribís libros tendréis que reconvertiros en guionistas, pues sólo la cultura visual sobrevivirá". Sentí el calor de los lanzallamas.
Me resisto a creer que la cultura escrita pueda desaparecer mientras queden en el mundo personas adictas a la lectura, como Anne Fine, autora de Ex libris, un divertido y emotivo ejercicio sobre el amor a los libros. En uno de los últimos capítulos, comenta un cartel publicitario en el que una cabra está comiendo un clavel y dice que, a juzgar por el brillo omnívoro de sus ojos, si el rumiante no tuviera a mano una flor se podría tragar el tiesto de plástico o la furgoneta. Y sentencia: "Conozco ese brillo, porque es lo que siento con la lectura. Prefiero un libro, pero si es necesario me conformaría con el manual de instrucciones de un cepillo de dientes eléctrico".
Yo, que también soy omnívora y coleccionista de libros (sigo empeñada en emular a Truffaut), empiezo a preguntarme si no somos especímenes destinados a desaparecer.
Y lo digo porque la voracidad lectora y la compulsión libresca se aprenden en la tierna infancia, mediante modelos que, durante años, han proporcionado a veces la familia y siempre la escuela.
Muchas niñas y niños comenzaban a construir su propia biblioteca a partir de las tres obras anuales que estaban obligados a comprar y a leer. Esos libros se podían marcar con el propio nombre, con subrayados o con comentarios al margen; se podían leer en la cama, en la playa o en el baño; podían llegar a estar dedicados por el autor o autora; estaban ahí para ser releídos tantas veces como se quisiera...
Ahora no. Ahora, en nombre de la cultura gratuita, las 30 novelas para el aula son compradas por el centro, que las reutilizará un año tras otro, impidiendo así no sólo la formación de bibliotecas personales, sino también la suya propia y convirtiendo, además, la lectura en una mera actividad escolar.
Deberíamos seguir posibilitando que las generaciones futuras imaginen, como Borges, que el paraíso podría ser algún tipo de biblioteca.