En la sociedad occidental en la que vivimos se nos considera privilegiadas. Lo somos si nos comparamos con las situaciones extremas de millones de mujeres alrededor del mundo. Aun así, como mujeres privilegiadas, seguimos sufriendo discriminación salarial, malos tratos, asesinatos, menores oportunidades en el trabajo, discriminación en el acceso a puestos directivos, ofensas por parte de algunos mal llamados periodistas, vejaciones y un largo etcétera de incomprensibles agresiones.
Por poner un contrapunto a esta situación, debemos valorar como extraordinario el papel de las mujeres en los movimientos que sacuden el mundo árabe. Las mujeres han tenido y siguen teniendo un papel trascendental en las revueltas de Túnez, Egipto, Argelia, aunque desconozco si en Bahrein y Yemen han tenido un papel tan preponderante. Esas mujeres, muchas de las cuales han dado su vida por la democracia y la libertad, deben ver correspondido el esfuerzo para que su rebeldía no sufra un retroceso. Ellas, otras que siguen bajo la opresión, y todas las mujeres necesitan de nuestra mano tendida para que unidas podamos avanzar, como le hemos venido haciendo desde hace tantísimos años.
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