Por manido que esté
el asunto del Presidente del Consejo del Poder Judicial no debemos callar.
Los españolitos de
a pie nos hemos enterado en estas últimas semanas de que la ciudad de Marbella
es el centro neurálgico de las decisiones del Consejo, de otro modo no se
explica las contínuas idas y venidas de su Presidente a esa ciudad. Debe de
haber algo esencial en el sitio o de otra manera no se entiende la persistencia
en ir a recoger allí el maná de la sabiduría y el buen hacer de tan magno
señor.
No es ilegal, desde
luego que no, porque los miembros del organismo que vigila el buen
comportamiento de la judicatura no están obligados a justificar sus gastos,
pero es extremadamente inmoral que D. Carlos haya hecho 32 viajes de altísimo
coste para el erario público y encima salga con la cabeza bien alta a
decírnoslo en TV.
Alega que pagaba la
parte privada cuando iba a esos viajes ¿Qué considera él parte privada? ¿Sus
escoltas no comen, no duermen y debemos pagar por ello a precio más alto por
estar fuera del domicilio habitual? ¿Qué piensa el Sr. Dívar, que el pueblo es
tonto, que nos acabamos de caer de un guindo o que él está por encima de
cualquier explicación al pueblo que le paga?
Estas actitudes
prepotentes, de él y de los banqueros que hunden los bancos y se van a casa de
rositas nos tiene hartos. No me extraña que, como dijo el President Montilla,
el pueblo sienta desafección por la cosa pública.
Peligroso, muy
peligroso, estos y otros acontecimientos similares son el caldo de cultivo de
la extrema derecha.
Si Dívar tuviera
dignidad, se habría ido para casa. ¡Qué hartazgo de la prepotencia!
Escrito para La voz de Castelldefels
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