Con este título publicaba un
suculento artículo en El Periódico (10.02.13) el periodista Ignacio Escolar.
El artículo hacía referencia a
algunos de los últimos presidentes de la CEOE, a su mala gestión y a que la
mayoría de empresarios honrados y trabajadores de este país no deberían
sentirse representados por personajes que han hecho nula gestión empresarial o
nefasta, en el caso de los antecesores del actual presidente, o supuestamente
fraudulenta, el caso del presidente de los empresarios de Madrid y
vicepresidente de la CEOE.
Al actual presidente, Rosell, se le
llena la boca de barbaridades cuando hace referencia a los funcionarios, pintándolos
como esos seres vagos y maleantes que chupan la sangre a los contribuyentes. Baste
esta perla recogida por Escolar, junto a la mención del dinero que nos cuesta a
todos los españolitos:
“Rosell también soltó el
viernes en la SER una frase para enmarcar: «En la empresa pública ni se
controla ni se evalúa». El cazo se lo dice a la sartén. En el 2010, la CEOE
gestionó 587 millones de euros. Por comparar, el presupuesto del Congreso y del
Senado (141 millones entre ambas cámaras) no llega ni a la mitad de la mitad.
El 68% de esos fondos, unos 400 millones, son subvenciones, pagadas por los
contribuyentes. La mayor parte de su dinero es público, pero sus cuentas son
opacas. La CEOE solo presenta anualmente un mínimo resumen, con menos detalles
que el salpicadero de un Seat Panda y solo de la cúpula central. Hablamos de
una organización que cuenta con nueve vicepresidentes, una junta directiva de
221 miembros, 486 sedes por toda España y 3.729 empleados. Son los mismos que
pregonan la austeridad, llaman vagos a los funcionarios y critican la
«mastodóntica» Administración. Son también los que pedían abaratar el despido
pero aprobaron una indemnización de 1,9 millones de euros para uno de sus
exdirectivos”.
Mientras tanto, los trabajadores,
entre ellos los funcionarios (médicos, enfermeros, maestros, bomberos y un
largo etc.) parece que debemos de aguantar exabruptos de Rosell como si
estuvieramos cometiendo un delito.
Escrito para La voz de Castelldefels