viernes, 16 de marzo de 2012

Cuando vienen mal dadas, hay quien lo pone peor


Y en esas estamos. Ahora, cuando aumenta la precariedad de muchas familias y las becas de comedor escolar son más necesarias que nunca, el gobierno de la Generalitat reduce la aportación a las mismas y ofrece tres alternativas de dudoso resultado.
Primero: reducir el importe de la ayuda por familia. De este modo los recortes recaen en los que más sufren la crisis.
Segundo: reconsiderar los baremos con los que se examinan las solicitudes. Es decir, subir el listón y abrir la puerta a que se dañen injustamente economías familiares ya maltrechas.
Tercero: que los municipios más afectados le den la vuelta a los bolsillos de sus presupuestos en busca de partidas extraordinarias con las que complementar los fondos prometidos por la Generalitat.
Sabido es que el comedor escolar supone para muchos niños la única comida nutritiva del día y si se disminuyen las becas no hace falta ser un genio para entender cuáles serán las consecuencias de dicha medida.
No queda ahí la cosa. El gobierno del Sr. Rajoy está a punto de suprimir el programa PROA antes de finalizar el curso escolar. Se trata de un programa de refuerzo escolar para aquellos niños y niñas que tienen dificultades para seguir el ritmo normal de la clase. Aquí también se le da con el mazo a los menos favorecidos, porque aunque no todos los que reciben este refuerzo pertenecen a familias de menor poder adquisitivo, también es fácil deducir que los que se lo puedan permitir pagarán por él y los que no, serán dejados al albur de los acontecimientos.
Si a ello sumamos la reducción de personal, la no dotación de personal para atender a niños y niñas con dificultades, la supresión de las subvenciones a las AMPAs, la disminución de la dotación económica a los colegios, el aumento de alumnos por aula y un largo etc. no nos queda más remedio que concluir: ¡POBRE ESCUELA PÚBLICA!
Escrito para La voz de Castelldefels

sábado, 3 de marzo de 2012

martes, 14 de febrero de 2012

Ningunear a los sindicatos


        La crisis se lleva por delante muchas cosas, una de ellas el respeto a los sindicatos. Veamos las palabras de la señora Aguirre en noviembre pasado: "Lo que está claro es que para salir de la crisis hay que trabajar, que esforzarse". "Se acabaron los chollos y las mamandurrias", le dijo a los sindicatos, recordando que "mamandurria" es un "salario que se gana sin merecerlo, sin habérselo ganado", dijo, recordando a los liberados sindicales.
        Estas palabras de la Presidenta de la comunidad de Madrid tuvieron mucho eco en su momento, lo peor es que algunos trabajadores comulgan con ellas. Y los trabajadores que así opinan deberían ser conscientes de que si los sindicatos pierden fuerza se retrocede en el modelo de bienestar social.
         Sin organizaciones fuertes es imposible que las reivindicaciones lleguen a buen puerto, pero en este asunto, como en otros muchos, empieza a imperar la creencia de que los delegados sindicales son una pandilla de vividores que cobra sueldo sin trabajar.                       
     Somos un país de baja afiliación tanto a los partidos como a los sindicatos y solo recurrimos a los segundos cuando nos vemos con el agua al cuello. Así que es fácil menospreciar su labor y atacar a los representantes de los trabajadores porque dentro del panorama laboral son una minoría.
     En esa misma onda ha estado la nueva reforma laboral. Las organizaciones de los trabajadores han sido llamadas a posteiori y se les pretende dar consuelo diciéndo que en el trámite parlamentario se les escuchará. Sabe el gobierno que cuenta con una ventaja: en época de crisis hay miedo a hacer huelga y a manifestarse, por lo que la fuerza quedará sumamente reducida, así que ningunear a los sindicatos apenas va a tener coste para nuestros gobernantes y si no, al tiempo.

Escrito para La voz de Castelldefels 

viernes, 10 de febrero de 2012