En apenas tres años Catalunya ha firmado el importante Pacte nacional per a l’Educació i la Llei d’educació de Catalunya. El primero fue firmado por la totalidad de la comunidad educativa y la segunda con un amplio respaldo del Parlament de Catalunya. Se diría que con estos instrumentos el mundo de la educación va “viento en popa a toda vela” y con las pilas cargadas para hacer de nuestra comunidad una de las punteras en este campo, pero lo cierto es que la percepción de los implicados es inversamente proporcional al esfuerzo realizado en acometer ambos documentos.
Hablo con personal de experiencia en estas lides y se sienten abandonados, machacados, poco valorados y sin ánimos de seguir adelante. Algunos, prietos de experiencia, exclaman aquello de “para lo que me queda en el convento, me cago dentro” (perdón) y otros, con menos años a sus espaldas, no acaban de arrimar el hombro como tocaría. Así que, algo no funciona.
Acabo de asistir al Primer Congrés de pràctiques educatives innovadores al Baix Llobregat, un loable esfuerzo de los servicios educativos del Baix Llobregat, de todo su personal y el de los Centros de recursos pedagógicos del área. He encontrado montones de caras conocidas, lo cual es relativamente preocupante. Sí, preocupante, porque mis caras conocidas pasan, en su mayoría, de los cuarenta y tantos años y muchos de los cincuenta ¿Dónde está la aportación de la gente joven con experiencias renovadoras? Una directora de un centro de primaria público me comentó que tiene quince profesores y profesoras jóvenes, todos de muy buen talante, pero ni una sola aportación de renovación pedagógica.
¿Reforma de calendarios, sexta hora, etc.? NO, EN MI NOMBRE. Eso no arregla el mundo de la educación. Sí, me niego a la sexta hora ( a pesar de que a cambio tengo más horas “libres” para preparar mi trabajo). Los maestros de más se podrían emplear en clases de apoyo, y atención a la diversidad, no en dar una hora más para “reforzar” las instrumentales. ¿Reforma de calendario? De acuerdo, pero con consenso, no a espaldas de la comunidad educativa.
Hay un inconveniente: hay más padres y madres que educadores, por lo tanto, contentarlos a ellos produce más votos, que en definitiva parece que es lo que cuenta. Los educadores, al fin y al cabo, somos meros peones a las ordenes de la patronal o el Conseller de turno, ¡Ah! y por supuesto, vigilantes de aparcamiento..
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