El expresidente del gobierno, Felipe Gónzalez, hizo famosa aquella
reflexión en la que afirmaba que los expresidentes son como jarrones chinos en
apartamentos pequeños: todos les suponen un gran valor, pero nadie sabe donde
ponerlos y se espera que algún niño tropiece con ellos y los rompa.
La reflexión es ingeniosa y más de uno de nosotros ha pensado en
alguna ocasión que razón no le faltaba a González, pero, ¡ay, cuando a los
jarrones chinos se les acumulan los años y van resquebrajándose de per sé sin
necesidad de que ningún niño pase por su lado y los rompa!
No seremos nosotros los que demos o no demos carnets de jarrón
chino a nadie y menos osaremos pedir
silencio a ningún ex, por estar ellos y ellas más bregados y con mayor
capacidad intelectual que la nuestra, pero en ocasiones ganas no nos faltan.
Cuando oímos lo que a nuestro entender son estulticias y nos dan
ganas de bajarnos del tranvía en el que hemos viajado con el ex, la cosa
empieza a ponerse peligrosa, porque nos aterra que aunque el conductor ha
cambiado, al ex le de por opinar sobre cómo va conduciendo, lo distraigamos y
pasemos todos los pasajeros a mejor vida.
El President Montilla dijo hace muchos años, en una conversación
informal: Espero que cuando empiece a decir tonterías los amigos me adviertan.
Por suerte, y a pesar de ser un ex, todavía le rigen bien las neuronas.
Otra cosa parece lo que le sucede a los González, Guerra y Aznar
en ciertas ocasiones. Y mucho peor, cuando el ex quiere volver a ser Presidente
sin serlo y maneja todos los hilos del sustituto cual marioneta.
En fin, que bastante lío tenemos ya como para que
en el asunto catalán, que nos trae y nos lleva, se metan los jarrones, con lo
grandes que son, a interrumpir el paso ¿Habrá algo peor que un jarrón chino
resquebrajado?
Escrito para CLUB CÒRTUM